martes, 30 de septiembre de 2008

Ficción real (I)

Pero son millonarios.
Sylvia se está muriendo. Está muy delgada ahora, está convertida en un esqueleto. Sufre mucho. Pero pronto habrá terminado, para ella.

Sus padres no irán a tu escuela a pedirte un lempira para poder salvarla. No lo harán porque es imposible salvarla. No lo harán por que ellos tienen millones de lempiras... millones de dólares, incluso.

Cuidadosamente han amasado una fortuna. Se casaron, sin amor, para poder unir sus capitales. Fundaron empresas. Explotaron a sus empleados. Hundieron a sus amigos. Burlaron al gobierno. Defraudaron a muchos clientes. Contaminaron el ambiente. Pasaron sobre la ley. Convirtieron cada segundo de sus vidas en dinero. Ignoraron a sus hijos: Sylvia y Ryan.

Ahora son millonarios. Ryan es drogadicto, solitario e infeliz. Sylvia tiene un cáncer terminal en los pulmones, y no se puede hacer nada por ella.

Podríamos dejar de envenenar el ambiente: dejar de fumar, arreglar los automóviles, evitar el uso de químicos (fertilizante, insecticida, herbicida...); podríamos dejar de atacarnos unos a otros y ser cuidadosos con la producción de alimentos. Podríamos hacer muchas cosas. Nos salvaríamos nosotros, a nuestras familias, amigos y enemigos... pero ya nadie puede salvar a Sylvia.

Creo que Dios podría, pero ¿con que fin? ¿Para que siga respirando el aire que arruinamos? ¿Para que sus padres tengan tiempo de amasar más fortuna en lugar de llorar por su hija? ¿Para que crezca y aprenda a fumar - como sus padres – durante los pocos minutos diarios que comparte con su hija menor? ¿Para que su hermano la convierta en drogadicta?... Sylvia está sufriendo porque tiene cáncer, pero antes ya sufría.

Cuando muera, Sylvia no habrá perdido su fortaleza, no se habrá envenenado ni saltado al vacío. No se habrá convertido en lo que son sus padres. No habrá soportado lo que su hermano tiene que soportar.

Si no hiciéramos de este mundo un sitio inhabitable...

La solución no es huir, no es cortarse las venas, ni asaltar un banco, ni "usar a los demás como escalera" en nuestro ascenso a un poder que NO evitará que una niña de 8 años se muera después de vivir una vida de orfandad porque sus padres están ocupados haciendo una fortuna.

Mira a esta pareja: tienen una fortuna, un hijo perdido, y pocos meses al lado de su hija, quien podría haber sido feliz y no lo fue nunca. Ahora, vuelve a tu vida, y no te conviertas en ellos.


Escrita el 31 de julio, año 2006

Diario: 22:25 26/09/2008

Me encuentro nuevamente en el lugar momento en el momento correcto, por culpa de la casualidad o por motivos reales...
No me asusta la idea de que a veces las cosas ocurran sin intervención mía. Sobre todo, no ahora. Me agrada lo que veo... Sí, claro, el ave maravillosa no puede alzar el vuelo libremente, las alas cortadas por la mal llamada civilización. Pero es deslumbrante de todas maneras. Y me dejo caer en su canto antes de que la realidad se atreva a intervenir.
Sueño con lo imposible, y espero que algo pase.
Finalmente el reloj destruye lo que pienso y me vuelvo a detener, preguntandole a mi subconciente lo que nunca he podido reponder: ¿yo pertenezco aquí?
No hubo euforia, pero al callar el ave, es como si la hubiera habido, y ahora se ha esfumado. Sin embargo, la pregunta clama por su amada y desconocida respuesta.
"Ya te responderé", murmura el subconciente, y una parte de la realidad se paraliza.

La educación necesita tres milagros.

Escribí este ensayo para una clase, no es demasiado profundo, pero, es un comienzo... (dudo ser yo quien "siga").
En realidad, esto está un poco desfasado

José Justo de Herrera manifestó: “La ignorancia es la plaga más grande de las sociedades”. Ello se manifiesta claramente en el subdesarrollo de Honduras, país cuyo sistema educativo deja – según mi parecer – bastante que desear. De hecho, nuestra sociedad tiene muchos problemas, pero ¿cuántos de ellos están desligados del gran problema educativo? Yo considero que la carencia de una buena educación es uno de los más graves problemas que corroen la independencia y la identidad cultural de nuestra nación.
Pero ¿cuáles son en realidad las responsabilidades de cada quien? ¿Dónde están los culpables de que el sistema educativo se derrumbe? Los “problemólogos” de siempre siguen buscando un culpable, mientras las nuevas generaciones pierden su identidad y sus oportunidades. No basta señalar culpables, es necesario identificar y eliminar los fallos.
No siempre se trata de “culpables”. El ambiente es capaz de eliminar el entusiasmo de maestros y alumnos. Recordemos que Honduras es un país pobre; en muchas aldeas – y en varios pueblos – los estudiantes no conocen una computadora; en muchos lugares apartados, aún no se cuenta con energía eléctrica; en muchas escuela, una barra de tiza es demasiado pedir, y las pizarras de formica no se ven ni en los mejores sueños; incluso en las ciudades, existen escuelas cuyos salones de clase están en tales condiciones que es más apropiado que las clases se lleven a cabo en el patio; en las aldeas se asigna a un maestro para dos, tres, o todos los grados. Muchos niños y jóvenes de este país no pueden asistir a la escuela, a causa de sus deplorables condiciones de vida. Los estudiantes más pobres no tienen una alimentación adecuada, y mucho menos materiales escolares. Por si esto fuera poco, existen zonas donde la delincuencia y las condiciones naturales convierten la tarea educativa en toda una odisea.
Me gustaría hacer notar que algunos de estos problemas no existen, o son menores, en países que cuentan con una educación optima. Ese es uno de los motivos por los que la educación en nuestro país debe mejorar. Es urgente que los elementos básicos de la educación cuestionen y perfeccionen su labor en este delicado proceso.
Ahora bien, pregúntesele a un estudiante por qué su aprendizaje es mínimo, y él responderá – sin meditarlo siquiera – que es culpa de sus maestros, todos ellos son, a su parecer, muy malos: unos “ponen mucho trabajo”, otros “faltan mucho”, aquella “es muy pesada”, y ese otro “no nos quiere”… A su vez, el maestro, probablemente alegará que no puede hacer milagros: los alumnos son “haraganes”, “llorones” y “malcriados”, además, los padres le dejan a él solo la dura tarea de instruir a “esos cabeza-dura” (sí, los he oído decirlo)… Al verse señalados, los padres del estudiante explicarán que ese no es su trabajo, que ellos cumplen con matricularlo y comprarle sus útiles escolares; exigirán que el gobierno “ponga a trabajar” a los docentes, y quizá admitirán que sus hijos son “algo lentos”. Le exigirán al gobierno, sí, a esos gobernantes que han dicho – uno tras otro – que “no hay presupuesto para educación”, porque creen (“El ladrón juzga por su condición”, dice el refrán) que todo es sobre dinero, y hasta ahí llega su función. Así, la sociedad en general presenta excusas y argucias que le liberan de su responsabilidad en el proceso educativo.
He escuchado, en varias ocasiones, que la negación es la primera etapa de diversos procesos. Supongo que en este caso, la negación es la primera etapa de la desgracia. Es urgente que cada uno se responsabilice por sus errores, y avanzar desde ahí, rumbo a un futuro mejor. Desde mi posición de estudiante, he buscado mis propios errores (siempre es más difícil ver los errores propios) y he notado fácilmente los ajenos, así reafirmé mi opinión: el mayor problema es la falta de interés, esa forma en que todos se “lavan las manos” y culpan a otro, en lugar de asumir su propia responsabilidad.
Ningún maestro admitirá – al menos yo espero que no estemos tan mal como para que esto no se considere execrable – que pasa por alto que este o aquel alumno copia en los exámenes, o que otro no es el autor de la tarea que presentó. Otro de los fallos negados por algunos maestros es que, al asignar trabajos grupales, permiten que algunos alumnos compartan la calificación, pero no el esfuerzo ni el aprendizaje. ¡Y no quiero ni pensar en esas formas alternativas para acumular puntos! Pero no puedo evitarlo: recuerdo que en el colegio me hicieron repellar una pared, además de acarrear arena varias veces, y me temo que no olvidaré como mis calificaciones bajaron abruptamente porque no tenía 50 lempiras (como diría mi padre, cuando yo estudiaba, eso era una cantidad considerable) o porque mis padres no me permitieron ir a alguna fiesta… ¡Y esos eran los buenos tiempos! Se puede ver la corrupción crecer con los estudiantes que han tenido la mala suerte de encontrarse con uno de esos maestros – espero no sean tantos – que valoran más su sueldo que la materia que imparten. Me refiero a esos maestros que entran al salón de clases sin conocer el tema que dictarán ese día; a ese profesor que le obsequia un punto al alumno que tenía 59%, y el día de mañana, cuando el primer puente construido por el pupilo se desplome, causando varias muertes, ¡su conciencia lo señalará como uno de los responsables. !
“Uno de los responsables”, si. Existen otros maestros. Fue el estudiante quien decidió no aplicarse. Los padres de ese joven no le enseñaron – ellos tampoco – a ser responsables: hacer lo correcto y hacerlo bien.
No debería ocurrir que un padre espere que un extraño esté totalmente a cargo de la educación de su hijo. Los padres de familia deben conocer el comportamiento de sus hijos, moldear su forma de ser por medio del afecto y la firmeza, y sobre todo mediante el ejemplo; en una palabra: educarlo. Es cierto que están ocupados, pero nunca deben estarlo tanto como para no involucrarse ni un poco en la educación de sus hijos y permitir que está misión la lleve a cabo un docente a quien no se han molestado en conocer. No es muy probable que un niño o un joven se aplique en sus estudios una vez que ha observado que estos no tienen importancia, y aun cuando el profesor le explique la relevancia del conocimiento, él necesitará saber que a sus padres les interesa. Además, un niño difícilmente distinguirá a un mal guía de uno bueno, sus padres deben conocer a los amigos del niño: para evitar las malas influencias.
Muy apenada, debo expresar que algunos de los pocos padres involucrados exigen al maestro que simplifique los exámenes y aumente el acumulativo; acumulativo que, por cierto, esperan sea un donativo, una excursión a un parque de diversiones, una actividad para obtener fondos o ver un partido de fútbol. Y de ellos toman el ejemplo los alumnos. Si los padres no valoran la educación como un medio para transmitir a los jóvenes el acervo de nuestra sociedad, sino como una lucha por “ajustar” 60% a punta de lo que sea, así pensaran los hijos.
Así, la luz de la vergüenza se dirige a mi grupo: víctimas de nuestra mediocridad y la de quienes deberían mostrarnos lo bueno, lo útil. Yo, personalmente, reflejo a mis maestros: a maestro mediocre, un mediocre sesenta por ciento; al que valora su materia o a sus estudiantes, mi mejor esfuerzo, sin esperar que un número lo ilustre. Yo sé que es un error. Y sé también que muchos estudiantes aprenden sin importar lo que el maestro es – aunque no recuerdo ninguno que no refleje las expectativas de sus padres respecto a su educación –, y los admiro. Pero la mayoría de sus compañeros los envidian, los excluyen y pretenden hacerlos sentir solos y perdidos. ¡Cómo si cortar las alas del que aprende pudiera agregar algo a su propio vuelo! El alumno que no está en el salón de clases por afán de aprender, es lo que acaba de estropear un proceso ya bastante castigado. No es el joven que estudia pero no logra memorizar, no es el niño que sigue peguntando porque no comprendió; es el que no estudió, el que formula una pregunta y no escucha la respuesta. Aunque muchos maestros no lo entiendan, yo sé que es la verdad.
Y todo se reduce a la falta de interés. Esta falta de interés que tiene sus cimientos en la creencia falsa de que lo importante es aprobar el año, no aprender. Las personas no entienden que la educación no es el examen y que el aprendizaje no es la boleta de calificaciones ni el historial académico. Los números son sólo eso, pero casi nadie lo ha notado.
En varias ocasiones he oído mi propia voz diciendo (¡que absurdo!) que estudio para “terminar con esta clase de una vez y no llevarla de nuevo”. Y he opinado alguna vez, como todos lo hacen, que es importante terminar pronto la carrera, obtener un buen empleo y contar con ingresos; pero miento: yo sé que el final no es gran cosa, lo es el contenido, y lo que conservaremos después del final. Y es que todos alguna vez perdemos la visión del panorama. Preferimos integrarnos al grupo, esclavos – según aprendí de Antoine de Saint-Exupéry – de los números. Así es como nos integramos al círculo vicioso en que los maestros y alumnos dedicados se vuelven minoría entre los que parecen sus semejantes pero no lo son.
Como ya dije: yo sólo soy estudiante. Sólo puedo escribir estas líneas y valorar lo que mis padres y maestros intentan enseñarme. Repito lo que mis padres me dijeron en el momento adecuado: “No se debe esperar a que los otros cumplan su trabajo para que el nuestro nos importe; al contrario, debemos cumplir nuestro papel, ¡qué nos vean y nos sigan! Cuando todos pensemos así, Utopía tomara forma”. En materia de educación, hace falta que todos los maestros estén comprometidos, impartiendo una materia que comprendan, cultivando responsablemente las habilidades de sus pupilos; es necesario que los padres formen a sus hijos, que les enseñen como recorrer el camino, sin recorrerlo en lugar de ellos, que les den el ejemplo apropiado y les muestren que aprender es importante; maestros y padres deben guiar a la juventud, y todos necesitamos agradecer y tomar las enseñanzas que se nos ofrezcan, ya que cualquier momento es bueno para aprender. Yo no haré mucho, tampoco el lector. Pero haremos algo. Quiero creer que llegará el día – no sé cuando – en el que cada hondureño cumpla su parte, y la educación – con todo el país en brazos – se alzará triunfante. A estás alturas podría decirse que lo hará como el Fénix: “resurgiendo de sus propias cenizas”.

Nota: Me preguntaron por qué no incluí al gobierno. No lo sé a ciencia cierta. Sé que el cumplimiento de las responsabilidades del gobierno influye, por que ni los maestros trabajan para que los miren, ni los alumnos pueden aprender mucho en malas condiciones. Pero, en parte, el gobierno debería ser reflejo del interés de las demás partes... Ya sé, ya sé, eso hay que buscarlo en la U de utopía. Tal vez creo que el interés autentico del gobierno, es algo que va más allá de los milagros.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Debate

Uno de los motivos que impiden la comunicación, es que lo convirtamos todo en un debate. Se trata de imponernos, no de conocer el punto de vista de los otros. Y nos quedamos encerrados en nuestra opinión y no nos interesa lo que dicen los otros. Si escuchamos, es sólo para poder rebatir, no para comprender.
Necesitamos dejar de estar a la defensiva, si de verdad queremos entablar una conversación, comunicarnos. Necesitamos escuchar de verdad a los otros. Pero no lo podemos hacer si lo que nos interesa es “ganar un debate”, en lugar de comprender a la otra persona.

Queremos ser oídos, y nuestras ansias de convencer nos ciegan, pero, ¿acaso no necesitan los demás ser comprendidos tanto como nosotros?

jueves, 11 de septiembre de 2008

Conforme

Si sonríes cuando no estás feliz, depués tu sonrisa no valdrá nada.
(18:21 10/09/2008)

¿Que por qué lo digo? Pues muy sencillo: a nuestro alrededor todos intentan enseñarnos a conformarnos. Y entonces aprendemos a decir: "estoy conforme", pero nustras almas son más sabias que nuestras mentes, y lo que nuestro cerebros estropeados no pueden dicernir, ellas lo entienden. Fingir conformidad ante lo que no es correcto, sólo por que se nos enseñó a tener miedo o a "ser educados" es sólo otra manera de ignorar a nuestra escencia.

El miedo sólo es útil si nos permite seguir a salvo, y "ser educados" no es aguantar los golpes sin merecerlos.El miedo evita que nos lastimemos. Pero a veces ese miedo evita que protejamos nuestra dignidad, o nuestra integridad y bondad. Hace que dejemos nuestro espíritu a merced de la maldad de otros y la que, por desgracia, poseemos nosotros mismos.

No debemos conformarnos ante los daños que otro pueda causarnos, pero, sobre todo, no debemos conformarnos con el daño que podemos causar nosotros a los demás, o a nuestra persona.

La conformidad no nos da paz, al contrario, nos impide buscarla.La felicidad no está en tenerlo todo o creer que así es. Lo que nos hace felices, es aber que avanzamos, con el alma conforme, hacia lo que nos inspira.

martes, 9 de septiembre de 2008

Perfeccionando el funcionamiento de las cosas.

El problema es que hay muchos analistas, pocos diseñadores, y ningún programador.

Primer día

Me presento nuevamente, esta vez con un enfoque más técnico que fantástico.
¿Ni idea de a qué me refiero? A veces pasa.
Traduzco: aquí los temas son más serios.